Por la singular condición humana, es decir, por su perecedera estancia en las tierras mortales, que no es ningún misterio la absoluta dependencia existente al presente, al tiempo en que ocurren las cosas y donde pueden ser modificados los aspectos relevantes al mismo.
Todo suceso que pueda ocurrir en el futuro, será consecuencia inmediata de lo que se decida en el instante previo a la acción. Por lo tanto, el pasado es un modo de medir los cambios presentes, y de analizar las consecuencias que tomen las decisiones en base a sucesos previstos (cosas ultra viejas que marcaron un modelo). En cambio, el futuro, es una gran misterio lleno de incertidumbre, ramera del poder, esclava de la fortuna, o grillete de la disposición de actos para que una acción conlleve a una inmediata solución.
Por este motivo, que alguien pueda acreditarse la capacidad de ver el futuro, y de preveer los acontecimientos que pueden dar a luz, es poco más que una locura. Una locura cuerda, si se pone entre parámetros de predicción.
Porque ser oráculo, es más que una condición divina, ensalsada en salmos para una selecta casta escogida, la cual debe entregar su vida al servicio de la deidad (si nos remontamos a Delfos y otros tantos oráculos griegos); más que lanzar runas en la oscuridad de la noche y dejarse llevar por las combinaciones que estas generan (como las tradiciones vikingas); mucho más que la concepción romántica de algo superior guiando los pasos humanos en la oscuridad del tiempo llamado vida. Porque en la era donde el Dios ha muerto, el oráculo es la ciencia misma intentado clasificar para predecir y aumentar probabilidad de suceso.
La predicción es saber comprender la naturaleza de los acontecimientos, de donde provienen, y dominarlas, hasta tal punto de triunfar en la penumbra del futuro.
Si antes era inevitable pensar en un hombre bebiendo caldos mágicos y prediciendo mil años en el futuro sin separar la magia de fondo, ahora ya es inevitable ver a la predicción como un arte de anteponerse a los sucesos por medios de razonamientos. Y la nueva literatura fantástica hace acopio de esta realidad y presenta una nueva serie de héroes capaces de ver el futuro por medio de la práctica de sumirgirse en miles de posibles realidades, coartando cada variable para alcanzar el dominio de su propia condición, y el predominio de sus objetivos.
De este modo, Frank Herbert escribe su obra DUNE, en donde un joven, Paul Atreides, desarrolla la capacidad de ver el futuro, y como consecuencia, consigue hacerse con el planeta. En "El príncipe de nada", R. Scott construye a un personaje capaz de leer las conductas humanas, y por lo mismo, ser capaz de entrar de dominar sus actos y sus futuros O como ejemplo de la ciencia ficción más dura, el arte creado por Harry Seldon, la sicohistoria, como la matemática capaz de desarrollar probabilidades de evolución en el desarrollo de una sociedad, en la saga de libros de FUNDACIÓN escritas por Isaac Asimov.
Así ya no tenemos viejos nostradamus metidos en un caldero, recitando arcanos para tener un poco de futuro para su haber. La magia ahora es ciencia, matemática, y su entendimiento por los no entendidos es más una obra de hechizería sin parangón.
¿Qué pasó con las viejas locas que gritan por la calle el futuro de la gente?, ¿o los religiosos que constantemente nos dicen que el fin del mundo se acerca? .. ¿qué pasó con mis dragones voladores que Tolkien empezó tras "en una cueva vivía un pequeño hobbit"?
Fueron deborados por el modernismo y el entendimiento. Los culpables, aquellos que cuentan historias ya no son gente situados en la ignorancia, sino que son oráculos de la ciencia y pretenden hacer uso de ella para sus historias.
Todo suceso que pueda ocurrir en el futuro, será consecuencia inmediata de lo que se decida en el instante previo a la acción. Por lo tanto, el pasado es un modo de medir los cambios presentes, y de analizar las consecuencias que tomen las decisiones en base a sucesos previstos (cosas ultra viejas que marcaron un modelo). En cambio, el futuro, es una gran misterio lleno de incertidumbre, ramera del poder, esclava de la fortuna, o grillete de la disposición de actos para que una acción conlleve a una inmediata solución.
Por este motivo, que alguien pueda acreditarse la capacidad de ver el futuro, y de preveer los acontecimientos que pueden dar a luz, es poco más que una locura. Una locura cuerda, si se pone entre parámetros de predicción.
Porque ser oráculo, es más que una condición divina, ensalsada en salmos para una selecta casta escogida, la cual debe entregar su vida al servicio de la deidad (si nos remontamos a Delfos y otros tantos oráculos griegos); más que lanzar runas en la oscuridad de la noche y dejarse llevar por las combinaciones que estas generan (como las tradiciones vikingas); mucho más que la concepción romántica de algo superior guiando los pasos humanos en la oscuridad del tiempo llamado vida. Porque en la era donde el Dios ha muerto, el oráculo es la ciencia misma intentado clasificar para predecir y aumentar probabilidad de suceso.
La predicción es saber comprender la naturaleza de los acontecimientos, de donde provienen, y dominarlas, hasta tal punto de triunfar en la penumbra del futuro.
Si antes era inevitable pensar en un hombre bebiendo caldos mágicos y prediciendo mil años en el futuro sin separar la magia de fondo, ahora ya es inevitable ver a la predicción como un arte de anteponerse a los sucesos por medios de razonamientos. Y la nueva literatura fantástica hace acopio de esta realidad y presenta una nueva serie de héroes capaces de ver el futuro por medio de la práctica de sumirgirse en miles de posibles realidades, coartando cada variable para alcanzar el dominio de su propia condición, y el predominio de sus objetivos.
De este modo, Frank Herbert escribe su obra DUNE, en donde un joven, Paul Atreides, desarrolla la capacidad de ver el futuro, y como consecuencia, consigue hacerse con el planeta. En "El príncipe de nada", R. Scott construye a un personaje capaz de leer las conductas humanas, y por lo mismo, ser capaz de entrar de dominar sus actos y sus futuros O como ejemplo de la ciencia ficción más dura, el arte creado por Harry Seldon, la sicohistoria, como la matemática capaz de desarrollar probabilidades de evolución en el desarrollo de una sociedad, en la saga de libros de FUNDACIÓN escritas por Isaac Asimov.
Así ya no tenemos viejos nostradamus metidos en un caldero, recitando arcanos para tener un poco de futuro para su haber. La magia ahora es ciencia, matemática, y su entendimiento por los no entendidos es más una obra de hechizería sin parangón.
¿Qué pasó con las viejas locas que gritan por la calle el futuro de la gente?, ¿o los religiosos que constantemente nos dicen que el fin del mundo se acerca? .. ¿qué pasó con mis dragones voladores que Tolkien empezó tras "en una cueva vivía un pequeño hobbit"?
Fueron deborados por el modernismo y el entendimiento. Los culpables, aquellos que cuentan historias ya no son gente situados en la ignorancia, sino que son oráculos de la ciencia y pretenden hacer uso de ella para sus historias.
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